HUMILDAD


Quien se niega a reconocer sus errores jamás podrá triunfar; pero si los acepta y los corrige, tendrá una nueva oportunidad. (Prov. 28:13)

Dado que vivir esta experiencia temporal es aprender basados en el ensayo y en el error, cometemos muchísimas equivocaciones. Sin embargo, lo malo no está en las equivocaciones, el asunto es vivir equivocado; principalmente porque no sabemos reconocer nuestro primer, único y por lo tanto el mayor desacierto: creer que podemos estar separados del nuestro Creador, de esta creencia surge todas las demás ilusiones que asumimos como la vida real. Ser humilde significa asumir la responsabilidad por las decisiones incorrectas que emprendemos. Si no somos humildes, no tendremos oportunidad de avanzar espiritualmente (camino al espíritu puro, Dios, nuestra verdadera esencia).

Cuando nos equivocamos (tenemos una falsa o errada percepción de realidad), la única forma de enmendar nuestros errores es admitiéndolo, aceptando nuestra responsabilidad y renunciando a seguir creyendo en esa falsa realidad o percepción equivocada. Quien admite su error asume una actitud humilde. La oportunidad para corregirnos y cambiar sólo es posible cuando reconocemos nuestros errores. De hecho el error más serio que podemos cometer es saber que estamos equivocados y no hacer nada para cambiar. Al aceptar la verdad, al descubrir el error, lo sacamos al exterior y lo hacemos visible, somos conscientes. Únicamente mediante la humildad obtendremos otra oportunidad, esta es poderosa porque nos limpia y nos permite mostrarnos como somos, sin necesidad de aparentar o de esconder las fallas. La humildad nos da una gran valía como persona. Quien no es humilde suele defenderse con razones falsas auto-justificándose en todo lo que hace.

En realidad, el no ser humilde es exceso de ego. Muchas veces por no saber ser humildes aceptamos halagos falsos de este mundo ilusorios, de los amigos, de la familia o de quienes apenas nos conocen. Es posible que también nosotros demos falsas opiniones de los otros para no lastimar o seguirle el juego al ego. En estas situaciones, ¿Dónde está la honestidad? Con esta clase de comportamientos, nunca aprenderemos a ser humildes y es posible que estemos negando ser quien realmente somos.

Al no ser humildes perderemos oportunidad de corregir el error e identificarnos con la verdad, el amor, la paz, la felicidad, la abundancia (Dios); es decir que perdemos de vista la realidad, de quienes somos y tendemos a cometer los mismos errores una y otra vez, alejándonos cada vez mas de nuestro verdadero ser. Y en la medida en que mentimos para justificarlos terminamos por creer nuestras propias mentiras, aumentando los conflictos y nuestra aparente separación de nuestro Creador, casi sin proponérnoslo.

Sea humilde y será quien realmente es. Esto, que parece una contradicción, es la medida de la vida interior sana. La humildad requiere mucho valor. El ser humilde es reconocer que no lo sabemos todo, que aún estamos aprendiendo, que estamos en un proceso de recordar que somos realmente y que necesitamos que la vida (realidad, luz, Cristo, el ser) fluya en nosotros sin ningún obstáculo (miedo, sufrimiento, resentimientos, ira, carencia, dudas, etc.). Si seguimos creyendo que lo sabemos todo, entonces no fluirá en nosotros y estaremos sepultados bajo nuestro orgullo (ilusión, falso sistema de creencias, tiniebla, ego).

Pasos a seguir:

1. Admita que ha estado equivocado y pida ayuda, guía, de su maestro interior. Cuando voluntariamente aceptamos nuestros errores, seremos ayudados por el Espíritu Santo (la voz de Dios).
2. Evite la exaltación del ego (sistema de creencia ilusorio). El camino a la a la paz interior (felicidad) comienza cuando descubrimos la artimañas del ego, y empezamos a exaltar a Dios (La verdad, el amor, la Plenitud).
3. Nunca esconda sus equivocaciones, ni las disculpe con mentiras. Reconózcalas y suéltelas, preséntelas a la luz, la verdad y ella disolverá toda oscuridad (esto es expiar, perdonar).

Pensamiento para reflexionar
“Nunca vamos por la vida haciendo todas las cosas bien, pero la humildad hará que retornemos a nuestro verdadero hogar (Dios)”

CARÁCTER


“Así como el hombre piensa, así es” (Prov. 23:7)

El carácter es el fundamento sobre el cual se edifica la vida de las personas. De hecho todo lo que tiene que ver con los valores y los principios se relaciona con el carácter, convirtiéndose este en  la infraestructura de un individuo y de la sociedad en sí.  Es estar de pie con la frente en alto. Frases como “cuando  veas a un hombre bueno, trata de imitarlo; cuando veas a un hombre malo, examínate a ti mismo” (Confucio) o “El comportamiento es un espejo en el que cada uno muestra su imagen” (Goethe), “Por sus frutos los conoceréis” (Jesucristo), nos muestran como el carácter ha sido y será un tema ligado a la existencia humana.

Ya sea porque lo deseen o no, las personas nos impactan por su carácter. Los recuerdos que tenemos de quienes han marcado positivamente nuestra vida tienen que ver con su carácter. Siempre, lo que un hombre “es”, se convierte en su legado. Al analizar detenidamente lo que hacen las personas de carácter, encontramos que poseen credibilidad, generan respeto, transmiten  confianza y son consistentes (integras).

De la vida real…
En los primeros días de la historia americana, un senador aspirante a la presidencia llamado Aarón Burr, quería presentar una ley que no era nada popular. En medio de una sesión del congreso, un amigo le tomó del saco y le dijo con gran entereza: “si apoyas este tipo de ley vas a arruinar tu posibilidad de llegar a ser presidente” Aarón Burr miró el papel que tenía en la mano y le preguntó, “¿Esta ley es verdad? Su amigo le dijo. “si, es verdad”. Aarón Burr le dijo las clásicas palabras: “Bueno, prefiero estar en lo correcto antes que ser presidente”.

Por supuesto, la solidez de carácter no aparece de repente. Tiene que ser desarrollada de manera intencional. Para llegar a ser una persona de carácter se requiere desarrollar disciplina personal,  seguridad personal e identidad y  convicciones personales de valores y ética. Piense en una persona de carácter a quien usted admira y pregúntese, ¿De qué forma su carácter comunica credibilidad, genera respeto, trasmite confianza y es consistente?

Pasos a seguir
Hay siete pasos probados para comenzar a adquirir un carácter “irrompible”. ¡Se puede empezar ya mismo!
1.- Un par de veces por semana, decídase a hacer dos cosas que a usted no le gusten, pero que son importantes. De esta manera, gana en disciplina personal.
2.- Fíjese un propósito claro y especifico. Lo cual le permite ganar enfoque y concentración.
3.- Investigue el porqué de los principios universales. Allí encontrará razones morales poderosas para su comportamiento.
4.- Entreviste a una persona de quien esté seguro de su integridad. Sobre todo, trate de comprender cómo la edificó en su vida.
5.- Precise y hágale seguimiento a sus motivaciones. Así podrá comprender por qué hace las cosas que hace y tendrá control.
6.- Sin importar si son grandes o pequeñas, escriba las promesas que usted hace y cúmplalas. Es la mejor forma de adquirir un alto sentido de compromiso.
7.- Responsabilícese por sus acciones y por sus emociones. Siempre asuma sus sentimientos sin culpar a nadie por las consecuencias.

Pensamiento para reflexionar:
“En el mundo de hoy, lo más importante ya no es  cuanto conocimiento, inteligencia y habilidades tienes, sino si eres una persona de CARACTER”

PACIENCIA

Ten paciencia y triunfarás, pues la palabra suave puede quebrantar duros huesos. Prov. 25:15

En esta experiencia vital, que consideramos real, todo tiene su tiempo bajo el sol; sobre todo si reconocemos que el tiempo como lo conocemos (lineal) es solo una ilusión más del sistema de creencia del ego, por el cual nos seguimos. El tiempo fue provisto para el proceso de aprendizaje, más bien para el proceso de recordar o reconocer la verdad, que Dios y su creación (su hijo) son uno y lo único que existe en realidad, lo demás es ilusión. Cuando logramos identificar los tiempos apropiados dentro de ese proceso obtenemos mejores resultados y podemos evitar muchos problemas en la vida. Al no reconocer que todo en esta existencia es un proceso, fabricamos (proyectamos) una sociedad de la rapidez: comidas rápidas, cajeros automáticos, autopistas virtuales; creemos y actuamos como si todo funcionara así. Cuando nos percatamos que el tiempo lineal es una ilusión más, no tenemos temor de que el pasado nos alcance o temor por alcanzar un futuro incierto; todo esto nos lleva a la prisa. Y no disfrutamos el presente que es lo que es real.

La paciencia infinita (sin límites), cuando no hay ningún temor por atrasos o premuras, produce resultados inmediatos. Paciencia es elegir mantener la paz y a la vez calmar los propios temores y en los otros, es decir, no solo es aceptar los procesos, sino hacerlo con la actitud adecuada. La paciencia es un principio malentendido en la vida actual porque muchas personas creen que es una forma de aplazar los asuntos, de aplazar decisiones y esperar que las cosas vuelvan a su curso.

Tener paciencia significa identificar el momento, y el momento dentro del momento, para actuar; es decir el tiempo oportuno. Las personas de carácter reconocen los tiempos oportunos en sus vidas, en las vidas de otros, en sus negocios, permitiendo cambios en el tiempo. Esto es lo se le llama la autorregulación.

Con respecto a la formación y crecimiento de las personas hay un viejo proverbio dice: “cuando el estudiante está listo aparece el maestro”. Significa que hay un tiempo en que la persona se halla mentalmente dispuesta para aceptar y relacionar lo que se le enseña. Hacerlo antes es inútil porque sólo recibiremos argumentos. En ocasiones nuestra paciencia se manifestará “teniendo que esperar hasta el final para ver quién tiene razón”. Debemos aceptar que se necesita tiempo como herramienta en el proceso de recordar o reconocer la verdad del ser en esta existencia o aparente realidad. En el ámbito familiar el asunto es aún más crucial, una de las razones por la que muchas personas pierden a sus familias es porque no imparten tales prácticas, ni enseñan a sus miembros acerca de la necesidad de ser pacientes; sencillamente arremeten como toros. Si no practicamos la virtud de la paciencia seremos arrogantes, opresores, ahogaremos y apagaremos a la gente. No tener paciencia cuesta mucho más de lo que podamos imaginar, le ha costado a muchos niños su desarrollo, a muchos trabajadores su estancamiento y frustración, a muchos negocios su cierre y a muchas buenas relaciones su terminación. Saber distinguir los momentos es virtud de las personas sabias. Entre los muchos beneficios que obtenemos al implementar este principio en la construcción de nuestro carácter, aprendemos a identificar los momentos apropiados y los inapropiados para sortear situaciones, sabemos cuándo esperar y cuándo no.

Cuando hemos desarrollado la paciencia manifestamos autocontrol cuidando especialmente nuestras reacciones en los momentos más difíciles, porque entendemos que determinadas situaciones necesitan tiempo para producir resultados, avanzando con cautela para lograr algo. Somos más comprensivos porque escuchamos con atención para analizar sobre como sortear determinadas situaciones. Actuamos con sabiduría regulando el ritmo de nuestros pasos, calmando a los involucrados en la situación y también damos buenos consejos.

Pasos a seguir:

1.- Aprenda que hay un momento apropiado para manejar cada asunto. Identifique el momento oportuno para resolver las situaciones. Si las atacamos prematuramente, lo que hacemos es desgastarnos a nosotros y a otras personas. A veces, por querer resolverlas, las empeoramos.

2.- La paciencia prepara su corazón para sortear mejor los problemas. Sobre todo en lo que nos sentimos acalorados, enojados o fuera de nosotros mismos. La persona impulsiva muchas veces causa daño y heridas. Tan solo diez segundos, algunas veces, significa mucho porque tomaremos mejores y más apropiadas decisiones.

3.- Logre con paciencia que las cosas se hagan. La paciencia ejercida correctamente nos hace bien.

Pensamiento para reflexionar
“La mitad de la belleza depende del paisaje y la otra mitad de quien la mira”

MOTIVACIÓN

Nadie por astuto o entendido que sea puede enfrentarse al Señor Prov. 21:30

De cierta manera, lo que aparentemente somos y lo que tenemos es el resultado de las decisiones que tomamos; decisiones acertadas o equivocadas. Siempre que vamos a decidir, debemos escoger y nos surgen muchos interrogantes: ¿Qué conviene más? ¿Qué me acerca más a casa, ser uno con Dios, a despertar de esta ilusión? Decidir no es nada fácil aunque la solución es sencilla como lo es la verdad. Sobre la base de las respuestas que encontremos asumimos retos, tomamos riesgos y obtenemos beneficios reales. Sin embargo, si reconocemos o nos damos cuenta que tenemos a la mano una forma de saber cómo decidir todo empieza a ser más fácil. Un medio para ayudarnos a tomar decisiones consiste en saber qué es lo que nos motiva a hacer lo que estamos a punto de decidir, si estamos obedeciendo con la mente errada (ego) o con la mente recta (Espíritu Santo, ser, el Cristo). Los motivos pueden ser de muchas clases: hay motivos egoístas, otros apelan a buscar lo más fácil, los que son guiados por el temor, también hay motivos inspirados por lo correcto, o por la regla de oro de hacer a los demás lo que queremos para nosotros. En cualquier caso, la decisión final dependerá del tipo de motivos.

Motivación significa “razón por la que hacemos las cosas”, exactamente se refiere a lo que nos mueve hacia metas y propósitos. Actuamos de acuerdo con la satisfacción de un determinado deseo, todos nos movemos por impulsos prácticamente reaccionamos a un programa (sistema de creencias del ego). Desafortunadamente la mayoría de nuestros motivos esconden cargas egoístas, dándoles poder u otorgando realidad a este mundo ilusorio. Preferimos engañarnos a nosotros mismos en vez de afrontar la realidad de la unicidad de Dios (somos uno con Dios). Entre más rápidamente empecemos a estructurar nuestras vidas perdonando nuestra percepciones equivocadas de la única realidad (Dios y su hijo es lo único que existe), así estaremos camino a casa (el reino de Dios, cielo) mejor. La verdadera vida comienza cuando nuestros motivos no son egoístas es decir, cuando buscamos nuestro bien (salvación) y el de los demás, pues somos uno en Dios.

El conocimiento y el entrenamiento tienden a hacernos hábiles para evitar el engaño. Fíese únicamente de la sabiduría dada por Dios (amor, paz, felicidad, verdad). Solo cuando entendemos y aplicamos este principio la motivación adecuada (Espíritu Santo), asumimos nuestra responsabilidad, no culpabilidad ilusoria; porque sabemos que nuestra decisión está alineada con lo que es correcto, real no solo con lo que aparentemente deseamos. Pedimos asesoría y consejo a nuestro maestro interno, ser, Espíritu Santo, Dios o a personas conocedoras del tema e inspirados por El. Practicamos la transparencia en todo, este esfuerzo nos lleva a ser genuinos y reales; más importante aún, a ser coherentes con nuestro verdadero ser. Y al aprender a leernos a nosotros mismos nos facilita también a leer a las otras personas.

Pasos a seguir:

1. Sea moralmente correcto (actuar motivado por la mente recta). Debería ser lo primero en cualquier persona. El factor prioritario de formación, no es la educación, sino aprender a ser correctos. Hay que asegurarnos de construir un carácter moral (alineado con Dios).

2. Crezca en el conocimiento de los principios (Dios y su verdadero ser). Si no entendemos cómo fue diseñada la verdadera vida, no podemos funcionar de manera correcta en ella. La vida está diseñada y funciona bajo la simplicidad de “ser uno con Dios, siendo su santo hijo inocente (Amor)”. Tenemos que examinarnos todo el tiempo.

3. No nos basemos en el entrenamiento o la experiencia en este mundo ilusorio. Busquemos la verdad, la luz que nos lleva de regreso a casa, el Perdón.

Pensamiento para reflexionar

“Caeremos en la trampa que nos hayamos tendido”.

MODERACIÓN


El dominio de sí mismo consiste en dominar la lengua antes de hablar. La respuesta apresurada puede arruinarlo todo. Prov. 13:3

Todo lo que pensamos y decimos, de un modo u otro vuelve a nosotros porque las palabras pensamiento expresado tienen una relación directa con la ley de causa y efecto. Las palabras que pueden construir o destruir, aportar soluciones o enfrascarnos en inimaginables problemas. Las palabras son difíciles de controlar porque son impulsivas y tremendamente reactivas. Resulta irónico que pensamos dos veces antes de golpear a alguien, pero con qué facilidad podemos decirle muchas cosas desagradables. Toma años entender que es más costoso “apagar” el incendio que provocamos con la boca, que cerrarla. No todo lo que llega a nuestra mente ha de ser comunicado, deberíamos escribir y fijar esto en donde podamos leerlo continuamente. A veces, hablamos de la gente y decimos cosas indebidas, las personas nos juzgarán como chismosos o habladores y, por supuesto, nos sentiremos avergonzados; luego trataremos, con mentiras, de justificar o negar lo dicho, iniciando un círculo vicioso de argumentos que no tienen fin.

Los procesos mentales son rápidos y un hecho nos sugiere múltiples interpretaciones, sin embargo, las palabras son medios de expresión y actúan calificando los hechos. La moderación consiste precisamente en saber refrenar las palabras, en saber callar antes que avergonzar. Cuando empezamos a controlar, por medio de la moderación, lo que llega a nuestras mentes y que quiere salir a borbotones en forma de palabras, evitaremos afectar a otros. Una vez abrimos la boca y hacemos que el pensamiento se convierta en expresión, podemos afectar a otros porque las palabras permanecen en las mentes de las personas.
Cuando escribimos son solo signos: representaciones gráficas. Pero, si las mismas palabras se emiten oralmente, inmediatamente se amarran a toda clase de emociones. Así que sí estamos enojados sobre alguna cosa con alguien y queremos decirlo, es mucho mejor escribirlo, ya que nos da la posibilidad de retractarnos y corregir, pulir y tratar de decir de mejor manera lo que queremos expresar. Al hablar siempre hay una carga emocional que exige que sepamos decir lo que vamos a comunicar.

Cuando moderamos nuestras palabras, mejor aún nuestros pensamientos, evitaremos la angustia que produce haber dicho algo indebido o inoportuno. Es importante aplicar el principio de la moderación para que nuestras palabras sirvan para alentar y aconsejar a los demás, es más, si lo hacemos a nivel de los pensamientos, nos ayudara a experimentar la vida de una manera sabia; porque si controlamos nuestros pensamientos y palabras, estamos asumiendo la dirección de nuestra vida.

Cultivar la moderación nos ayuda a crecer en capacidad de reflexión (Sabiduría), a fin de cuentas, es difícil tener algo en nuestra mente y cerrar la boca. Hay quienes quieren ser rectos, pero no cierran la boca y van demasiado lejos divulgando asuntos o temas que terminan por causarles problemas. También nos ayuda a ser humildes y honestos ya que hay personas que nunca quieren admitir que no saben. Siempre quieren dar una respuesta. ¿Qué hay de malo en decir “no se”? es mejor ser honesto al respecto. Es mejor no decir nada y parecer un tonto que abrir la boca y disipar toda duda.

Pasos a seguir

1. Tenga conciencia del poder de sus palabras. Se nos ha dado la habilidad para hacer el bien o el mal a través del poder de la palabra. Nuestro futuro depende de él.

2. Practique la amabilidad con otros. Elogiar a las personas, alentarlas y hablar bien de ellas, sin adular o lambonear, contribuye a construir; a veces no nos alcanzamos a imaginar el efecto duradero de una palabra amable, lo mismo ocurre con un maltrato. En muchas ocasiones este efecto cambia vidas, propósitos y situaciones.

3. Sea constructivo con sus palabras. Cuando edificamos recibimos algo en respuesta. Este aspecto está relacionado con una ley crucial: sembrar y cosechar. El tiempo nos puede devolver bendición o maldición de acuerdo con nuestra capacidad de moderación.

Pensamiento para Reflexionar
“El hombre es esclavo de lo que dice y dueño de lo que se calla”









GENEROSIDAD


Si das a los pobres, tus necesidades serán satisfechas. 
(Prov. 28:27)

Para salir de su egoísmo ahora, deben entender y practicar a fondo lo que la generosidad significa. Debemos recordar este principio poderoso y necesario para lograr manifestar lo que realmente somos: Amor.

Casi siempre relacionamos la generosidad con la posibilidad de dar limosnas, bien sea dinero, regalar lo que ya no nos sirve o realizar una labor altruista en nuestro tiempo libre o al final de año. Sin embargo, como parte del carácter, la generosidad va mucho más allá, pues es una actitud que implica llevar a los que están en nuestro radio de influencia a un nivel mayor del que se encuentran. Se trata de darse a sí mismo. Por lo general, debemos darle a aquellas personas que por no contar con oportunidades, sociales o culturales, ven refrenado su potencial. La generosidad es considerar a otros como queremos que los otros nos consideren a nosotros. En nuestras sociedades contemporáneas, el afán por lograr resultados por encima de todo, nos desvía y nos vuelve indiferentes ante las necesidades de otros, en especial, de los pobres y de los vulnerables; haciéndonos perder el sentido más elemental de la generosidad. El darse como persona implica la más alta forma de generosidad, que se pueda imaginar, la cual riñe con la prosperidad de los avaros y perezosos. La mezquindad nos impide manifestar el amor que somos. Al ayudar a alguien más a desarrollarse, estamos desarrollándonos nosotros mismo.

La generosidad empieza en la manera de ver a los demás y de apreciar sus potenciales. El romano Cicerón ya lo decía: “No hemos nacido solamente para nosotros”. La generosidad beneficia realmente a los pobres y vulnerables cuando los ayuda a lograr su propio desarrollo. La pobreza generalizada en una sociedad es el síntoma de que la generosidad no se ha desarrollado entre sus integrantes. La generosidad no solamente dará a la gente pescado para un día, también les enseñara a pescar, dándole a la gente visión y esperanza, para que se ayuden a sí mismo y puedan superar sus circunstancia. El peligro mayor es convertir la pobreza en una condición permanente. Si las personas lograran la visión, la verdadera, no la de los ojos físicos; sino la de su ser (espíritu) podrían recordar y así reconocer lo que realmente son y sabrían que la escases y la carencia son una falsa percepción, producto de este sistema o mundo.

Pasos a seguir:

1. Vea el potencial de los demás. Reconozca en los otros lo que ellos pueden llegar a ser, enfóquese en lo mejor de los demás.
2. Aprenda a ser sensible a las necesidades de otros. Desarrolle un sentido de entender que los demás también tienen necesidades y carencias que usted puede aliviar.
3. Comparta sus conocimientos y experiencias. Empiece por el círculo de sus familiares, amigos, compañeros y conocidos. Trate de brindarse a los demás.
4. Sea voluntario y trabaje con otros y para otros. En nuestras sociedades hay infinidad de situaciones por resolver, pero también de instituciones que están haciendo algo.

Pensamiento para Reflexionar
“Pobre es aquel que no tiene visión”

HONESTIDAD

Las mentiras meterán en dificultades a cualquier hombre, pero la honestidad es defensa suficiente (Prov. 12:13)

Las diferentes definiciones de honestidad apuntan a las acciones verdaderas, es decir, sin engaño. Esto quiere decir que las personas honestas son aquellas que no mienten, no hacen trampa, no roban, ni manipulan. No se puede separar la verdad de la honestidad, porque la verdad es el resultado de la honestidad. Pero la definición completa de honestidad también incluye la intención que acompaña a la verdad de nuestros actos. Esto significa ser transparente como el agua. En la honestidad, no habrá la menor posibilidad de equivocaciones con respecto a quien la practique, llevándonos a los niveles superiores del ser.

La honestidad es la mayor virtud y el núcleo de los valores. En realidad, nunca cambiaremos hasta que vivamos el principio de la honestidad. Es un cimiento sólido para nosotros y la sociedad. El ser deshonesto y el haber propiciado una cultura deshonesta trae muchos problemas. La deshonestidad genera el crimen, la inseguridad y la corrupción.

Si este valor reinara en nuestras vidas, no habría necesidad de echarle llave a las puertas, ni levantar paredes o muros alrededor de los negocios. Viviríamos todos de acuerdo y resolviendo amigablemente las situaciones. No existiría la delincuencia ni se necesitaría de la fuerza policial, porque con gente honesta el crimen cesaría; precisamente el crimen es el producto de la deshonestidad.

Podríamos experimentar la verdad, si buscamos la verdad en nosotros primero, es decir, si no continuamos engañándonos a nosotros mismos, continuando con la ilusión que aparenta ser nuestra vida y aceptamos de una vez por todas la verdad de nuestro ser, aunque eso implique cambiar todo nuestro sistema de creencias (ego).

Pasos a seguir

1. Sea honesto en lo que hace, pero también en lo que dice, lo que piensa y lo que siente. La honestidad es integral.
2. Diga con sus palabras todos los hechos que requiere la otra persona. No omita o acomode las versiones para evitar malos ratos. 
3. Dígale a los demás las cosas que deben saber, aún aquellas que no son fáciles. De hecho, en las relaciones de confianza hay la obligación moral de ser francos, abiertos y directos. 
4. No diga mentiras, pero tampoco medias verdades. En general, evite las exageraciones, prometer lo que no pueda cumplir, deformar deliberadamente una información o encubrir hechos importantes.
5. Sea confiable y recto. Significa no hacer trampas, no manipular, no ser solapado.
6. Conviértase en un formador de honestidad. Recalque éste principio entre los suyos, premie la honestidad y sígala en su vida.

Pensamiento para reflexionar
La corrupción es una enfermedad grave que puede ser curada únicamente con honestidad.

CONFIABLILIDAD


Decir la verdad da gran satisfacción al hombre, y el trabajo arduo le redunda en muchas bendiciones  (Prov. 12:14)

Las relaciones de calidad se construyen sobre el principio de la confiabilidad. Si nos fijamos bien, todo lo creado funciona para inspirar confianza. Nuestras familias, y aún los negocios, se construyen alrededor de personas y cosas que nos inspiran confianza.
La confiabilidad, en general, quiere decir que podemos fiarnos de alguien y estar seguros de su respuesta siempre. Al confiar se asume y se cree en lo que la otra persona hará. “yo confió en que usted llegará a tiempo” o “yo creo en lo que usted me dice”, son importantes manifestaciones de confiabilidad de lado y lado. La confianza es un factor esencial para alcanzar el éxito sostenido, es decir para tener relaciones significativas, amistades duraderas y fructíferas, sociedades exitosas en los negocios y  equipo de trabajo eficaces.

La confianza es un simple estado mental. En tiempos de conflicto es fácil destruirla, pero difícil crearla; cada mentira o engaño es como una bomba de tiempo. Las columnas de confianza se edifican piedra sobre piedra. Sin embargo, ninguna torre es tan alta o tan fuerte, que pueda sostenerse frente a las mentiras y a los engaños que   terminan por socavar sus cimientos. Es por eso que debemos alcanzar en nuestra esencia la confiabilidad, tenemos que producir una valía en nosotros mismos, adquiriendo constancia y regularidad que a la postre redundará en mejores condiciones personales, familiares y profesionales.  El valor de las máquinas se mide por su constancia, mucho más aún el de las personas. La ausencia de confiabilidad rompe con todo.

Cuando entendemos y aplicamos este principio en nuestras vidas nos volvemos personas integras. No  se cambia en  lo que piensa, lo que dice o lo que hace, porque hay congruencia entre las tres acciones. Siempre tendemos a cumplir nuestros deberes. No somos de doble cara y tenemos el valor de hacer lo correcto aunque sea duro y costoso. La honestidad salta a la palestra haciéndonos personas  sinceras, abiertas y que dan la cara. Tendemos a no mentir  y, en especial, no hacemos promesas que no podamos cumplir, por supuesto, no hacemos fraude ni estafa. Y por supuesto la lealtad se manifiesta con una adhesión  continua  a los principios y personas. Defendemos y cuidamos a los nuestros, convirtiéndonos en  buenos amigos, yendo más allá de las expectativas de nuestras familias y equipos de trabajo; velamos por ellos, somos capaces de decir “no” cuando corresponde.

 Pasos a seguir
1. Valore a la gente más que al tiempo o cualquier otro un recurso.
2. Esté atento  lo que debe hacer. La reputación de poco comprometidos nos puede generar barreras en nuestra vida profesional y personal. La gente termina por no creernos o por   no contar con nosotros.
3. Nunca apele a excusas o disculpas. Prefiera la verdad para evitar caer en mentiras para cubrirse, lo que empeora y magnifica la situación.
4. En lo posible cumpla su palabra y espere que los demás procedan de igual manera. Sea franco, sencillo, fácil de llevar  y de entender. Convierta la palabra y el apretón de manos en contratos.
5. Sea tan previsible y estable como el sol que nos alumbra en las mañanas. Aprenda a ser constante en sus pensamientos y en sus emociones.
6. Es muy importante entender que las culturas que no son francas, claras, fijas y previsibles, terminan por ser desechadas y apartadas de la prosperidad.

Pensamiento para reflexionar 
“Aquel que es confiable es como el sol, siempre está ahí, aun cuando la tormenta esté arreciando”