El dominio de sí mismo consiste en dominar la lengua antes de hablar. La respuesta apresurada puede arruinarlo todo. Prov. 13:3


Todo lo que pensamos y decimos, de un modo u otro vuelve a nosotros porque las palabras pensamiento expresado tienen una relación directa con la ley de causa y efecto. Las palabras que pueden construir o destruir, aportar soluciones o enfrascarnos en inimaginables problemas. Las palabras son difíciles de controlar porque son impulsivas y tremendamente reactivas. Resulta irónico que pensamos dos veces antes de golpear a alguien, pero con qué facilidad podemos decirle muchas cosas desagradables. Toma años entender que es más costoso “apagar” el incendio que provocamos con la boca, que cerrarla. No todo lo que llega a nuestra mente ha de ser comunicado, deberíamos escribir y fijar esto en donde podamos leerlo continuamente. A veces, hablamos de la gente y decimos cosas indebidas, las personas nos juzgarán como chismosos o habladores y, por supuesto, nos sentiremos avergonzados; luego trataremos, con mentiras, de justificar o negar lo dicho, iniciando un círculo vicioso de argumentos que no tienen fin.
Los procesos mentales son rápidos y un hecho nos sugiere múltiples interpretaciones, sin embargo, las palabras son medios de expresión y actúan calificando los hechos. La moderación consiste precisamente en saber refrenar las palabras, en saber callar antes que avergonzar. Cuando empezamos a controlar, por medio de la moderación, lo que llega a nuestras mentes y que quiere salir a borbotones en forma de palabras, evitaremos afectar a otros. Una vez abrimos la boca y hacemos que el pensamiento se convierta en expresión, podemos afectar a otros porque las palabras permanecen en las mentes de las personas.
Cuando escribimos son solo signos: representaciones gráficas. Pero, si las mismas palabras se emiten oralmente, inmediatamente se amarran a toda clase de emociones. Así que sí estamos enojados sobre alguna cosa con alguien y queremos decirlo, es mucho mejor escribirlo, ya que nos da la posibilidad de retractarnos y corregir, pulir y tratar de decir de mejor manera lo que queremos expresar. Al hablar siempre hay una carga emocional que exige que sepamos decir lo que vamos a comunicar.
Cuando moderamos nuestras palabras, mejor aún nuestros pensamientos, evitaremos la angustia que produce haber dicho algo indebido o inoportuno. Es importante aplicar el principio de la moderación para que nuestras palabras sirvan para alentar y aconsejar a los demás, es más, si lo hacemos a nivel de los pensamientos, nos ayudara a experimentar la vida de una manera sabia; porque si controlamos nuestros pensamientos y palabras, estamos asumiendo la dirección de nuestra vida.
Cultivar la moderación nos ayuda a crecer en capacidad de reflexión (Sabiduría), a fin de cuentas, es difícil tener algo en nuestra mente y cerrar la boca. Hay quienes quieren ser rectos, pero no cierran la boca y van demasiado lejos divulgando asuntos o temas que terminan por causarles problemas. También nos ayuda a ser humildes y honestos ya que hay personas que nunca quieren admitir que no saben. Siempre quieren dar una respuesta. ¿Qué hay de malo en decir “no se”? es mejor ser honesto al respecto. Es mejor no decir nada y parecer un tonto que abrir la boca y disipar toda duda.
Pasos a seguir
1. Tenga conciencia del poder de sus palabras. Se nos ha dado la habilidad para hacer el bien o el mal a través del poder de la palabra. Nuestro futuro depende de él.
2. Practique la amabilidad con otros. Elogiar a las personas, alentarlas y hablar bien de ellas, sin adular o lambonear, contribuye a construir; a veces no nos alcanzamos a imaginar el efecto duradero de una palabra amable, lo mismo ocurre con un maltrato. En muchas ocasiones este efecto cambia vidas, propósitos y situaciones.
3. Sea constructivo con sus palabras. Cuando edificamos recibimos algo en respuesta. Este aspecto está relacionado con una ley crucial: sembrar y cosechar. El tiempo nos puede devolver bendición o maldición de acuerdo con nuestra capacidad de moderación.
Pensamiento para Reflexionar
“El hombre es esclavo de lo que dice y dueño de lo que se calla”





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