MOTIVACIÓN

Nadie por astuto o entendido que sea puede enfrentarse al Señor Prov. 21:30

De cierta manera, lo que aparentemente somos y lo que tenemos es el resultado de las decisiones que tomamos; decisiones acertadas o equivocadas. Siempre que vamos a decidir, debemos escoger y nos surgen muchos interrogantes: ¿Qué conviene más? ¿Qué me acerca más a casa, ser uno con Dios, a despertar de esta ilusión? Decidir no es nada fácil aunque la solución es sencilla como lo es la verdad. Sobre la base de las respuestas que encontremos asumimos retos, tomamos riesgos y obtenemos beneficios reales. Sin embargo, si reconocemos o nos damos cuenta que tenemos a la mano una forma de saber cómo decidir todo empieza a ser más fácil. Un medio para ayudarnos a tomar decisiones consiste en saber qué es lo que nos motiva a hacer lo que estamos a punto de decidir, si estamos obedeciendo con la mente errada (ego) o con la mente recta (Espíritu Santo, ser, el Cristo). Los motivos pueden ser de muchas clases: hay motivos egoístas, otros apelan a buscar lo más fácil, los que son guiados por el temor, también hay motivos inspirados por lo correcto, o por la regla de oro de hacer a los demás lo que queremos para nosotros. En cualquier caso, la decisión final dependerá del tipo de motivos.

Motivación significa “razón por la que hacemos las cosas”, exactamente se refiere a lo que nos mueve hacia metas y propósitos. Actuamos de acuerdo con la satisfacción de un determinado deseo, todos nos movemos por impulsos prácticamente reaccionamos a un programa (sistema de creencias del ego). Desafortunadamente la mayoría de nuestros motivos esconden cargas egoístas, dándoles poder u otorgando realidad a este mundo ilusorio. Preferimos engañarnos a nosotros mismos en vez de afrontar la realidad de la unicidad de Dios (somos uno con Dios). Entre más rápidamente empecemos a estructurar nuestras vidas perdonando nuestra percepciones equivocadas de la única realidad (Dios y su hijo es lo único que existe), así estaremos camino a casa (el reino de Dios, cielo) mejor. La verdadera vida comienza cuando nuestros motivos no son egoístas es decir, cuando buscamos nuestro bien (salvación) y el de los demás, pues somos uno en Dios.

El conocimiento y el entrenamiento tienden a hacernos hábiles para evitar el engaño. Fíese únicamente de la sabiduría dada por Dios (amor, paz, felicidad, verdad). Solo cuando entendemos y aplicamos este principio la motivación adecuada (Espíritu Santo), asumimos nuestra responsabilidad, no culpabilidad ilusoria; porque sabemos que nuestra decisión está alineada con lo que es correcto, real no solo con lo que aparentemente deseamos. Pedimos asesoría y consejo a nuestro maestro interno, ser, Espíritu Santo, Dios o a personas conocedoras del tema e inspirados por El. Practicamos la transparencia en todo, este esfuerzo nos lleva a ser genuinos y reales; más importante aún, a ser coherentes con nuestro verdadero ser. Y al aprender a leernos a nosotros mismos nos facilita también a leer a las otras personas.

Pasos a seguir:

1. Sea moralmente correcto (actuar motivado por la mente recta). Debería ser lo primero en cualquier persona. El factor prioritario de formación, no es la educación, sino aprender a ser correctos. Hay que asegurarnos de construir un carácter moral (alineado con Dios).

2. Crezca en el conocimiento de los principios (Dios y su verdadero ser). Si no entendemos cómo fue diseñada la verdadera vida, no podemos funcionar de manera correcta en ella. La vida está diseñada y funciona bajo la simplicidad de “ser uno con Dios, siendo su santo hijo inocente (Amor)”. Tenemos que examinarnos todo el tiempo.

3. No nos basemos en el entrenamiento o la experiencia en este mundo ilusorio. Busquemos la verdad, la luz que nos lleva de regreso a casa, el Perdón.

Pensamiento para reflexionar

“Caeremos en la trampa que nos hayamos tendido”.

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