Ten paciencia y triunfarás, pues la palabra suave puede quebrantar duros huesos. Prov. 25:15
En esta experiencia vital, que consideramos real, todo tiene su tiempo bajo el sol; sobre todo si reconocemos que el tiempo como lo conocemos (lineal) es solo una ilusión más del sistema de creencia del ego, por el cual nos seguimos. El tiempo fue provisto para el proceso de aprendizaje, más bien para el proceso de recordar o reconocer la verdad, que Dios y su creación (su hijo) son uno y lo único que existe en realidad, lo demás es ilusión. Cuando logramos identificar los tiempos apropiados dentro de ese proceso obtenemos mejores resultados y podemos evitar muchos problemas en la vida. Al no reconocer que todo en esta existencia es un proceso, fabricamos (proyectamos) una sociedad de la rapidez: comidas rápidas, cajeros automáticos, autopistas virtuales; creemos y actuamos como si todo funcionara así. Cuando nos percatamos que el tiempo lineal es una ilusión más, no tenemos temor de que el pasado nos alcance o temor por alcanzar un futuro incierto; todo esto nos lleva a la prisa. Y no disfrutamos el presente que es lo que es real.
La paciencia infinita (sin límites), cuando no hay ningún temor por atrasos o premuras, produce resultados inmediatos. Paciencia es elegir mantener la paz y a la vez calmar los propios temores y en los otros, es decir, no solo es aceptar los procesos, sino hacerlo con la actitud adecuada. La paciencia es un principio malentendido en la vida actual porque muchas personas creen que es una forma de aplazar los asuntos, de aplazar decisiones y esperar que las cosas vuelvan a su curso.
Tener paciencia significa identificar el momento, y el momento dentro del momento, para actuar; es decir el tiempo oportuno. Las personas de carácter reconocen los tiempos oportunos en sus vidas, en las vidas de otros, en sus negocios, permitiendo cambios en el tiempo. Esto es lo se le llama la autorregulación.
Con respecto a la formación y crecimiento de las personas hay un viejo proverbio dice: “cuando el estudiante está listo aparece el maestro”. Significa que hay un tiempo en que la persona se halla mentalmente dispuesta para aceptar y relacionar lo que se le enseña. Hacerlo antes es inútil porque sólo recibiremos argumentos. En ocasiones nuestra paciencia se manifestará “teniendo que esperar hasta el final para ver quién tiene razón”. Debemos aceptar que se necesita tiempo como herramienta en el proceso de recordar o reconocer la verdad del ser en esta existencia o aparente realidad. En el ámbito familiar el asunto es aún más crucial, una de las razones por la que muchas personas pierden a sus familias es porque no imparten tales prácticas, ni enseñan a sus miembros acerca de la necesidad de ser pacientes; sencillamente arremeten como toros. Si no practicamos la virtud de la paciencia seremos arrogantes, opresores, ahogaremos y apagaremos a la gente. No tener paciencia cuesta mucho más de lo que podamos imaginar, le ha costado a muchos niños su desarrollo, a muchos trabajadores su estancamiento y frustración, a muchos negocios su cierre y a muchas buenas relaciones su terminación. Saber distinguir los momentos es virtud de las personas sabias. Entre los muchos beneficios que obtenemos al implementar este principio en la construcción de nuestro carácter, aprendemos a identificar los momentos apropiados y los inapropiados para sortear situaciones, sabemos cuándo esperar y cuándo no.
Cuando hemos desarrollado la paciencia manifestamos autocontrol cuidando especialmente nuestras reacciones en los momentos más difíciles, porque entendemos que determinadas situaciones necesitan tiempo para producir resultados, avanzando con cautela para lograr algo. Somos más comprensivos porque escuchamos con atención para analizar sobre como sortear determinadas situaciones. Actuamos con sabiduría regulando el ritmo de nuestros pasos, calmando a los involucrados en la situación y también damos buenos consejos.
Pasos a seguir:
1.- Aprenda que hay un momento apropiado para manejar cada asunto. Identifique el momento oportuno para resolver las situaciones. Si las atacamos prematuramente, lo que hacemos es desgastarnos a nosotros y a otras personas. A veces, por querer resolverlas, las empeoramos.
2.- La paciencia prepara su corazón para sortear mejor los problemas. Sobre todo en lo que nos sentimos acalorados, enojados o fuera de nosotros mismos. La persona impulsiva muchas veces causa daño y heridas. Tan solo diez segundos, algunas veces, significa mucho porque tomaremos mejores y más apropiadas decisiones.
3.- Logre con paciencia que las cosas se hagan. La paciencia ejercida correctamente nos hace bien.
Pensamiento para reflexionar
“La mitad de la belleza depende del paisaje y la otra mitad de quien la mira”





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