Es posible repartir lo que se tiene y aumentar la riqueza;
También es posible mostrarse avaro y perderlo todo. (Prov. 11:24)
En cualquier sociedad hay ganadores y perdedores. La diferencia entre los unos y los otros radica en los valores o principios que siguen. El principio de sembrar establece que es posible dar y sin embargo tener más, lo cual significa que está en nosotros el tener poco o mucho. La diferencia radica en si nos aferramos fuertemente a nuestro conocimiento, ideas, sueños, habilidades y dinero o si damos (sembramos) de lo que tenemos para ayudar a otros. En otras palabras, sembrar, produce una corriente, un fluir. Es decir recibimos, para tomar, parte para nosotros mismos, y otra parte para dar a los demás. Si tomamos sólo para nosotros, estamos deteniendo el fluir y represando la corriente. Este principio nos enseña que las posibilidades de recuperar en abundancia cualquier cosa que sembramos, son inmensas.
Si no nos comemos todo el trigo y separamos unas semillas y las sembramos, cosecharemos diez o hasta cien veces más de lo sembrado en algunas oportunidades, hay que manejar un punto de equilibrio entre con que nos quedamos o retenemos y lo que damos o sembramos. Pero podemos estar seguros de nuestro futuro si tenemos la buena costumbre de sembrar, ya que si no lo hacemos, no volveremos a recolectar (Cosechar).
Definitivamente al sembrar en otros, al cultivarlos, nos cultivamos a nosotros mismos. Sembrar en vida es, pues, un asunto crucial porque cosechamos lo que sembramos. Claro está que tenemos que tener en cuenta ciertos aspectos, que la mayoría no tiene en cuenta, como por ejemplo: Que además de sembrar hay que hacer seguimiento, regar, podar, etc. Que es precisamente lo que hacen los agricultores. Se debe volver un sistema de administración, debemos dar y hacerle seguimiento a lo dado para hacer que fructifique y nos llegue más y más, de lo contrario no sacaremos nada de esa idea, o del esfuerzo dedicado, o del dinero invertido, cualquier cosa que sea lo que sembremos; la abundancia de la cosecha depende no sólo de cuánto se siembra, sino también de los cuidados posteriores. Si no regamos, nos tendremos que conformar con la mera acción de dar. La multiplicación proviene del seguimiento a la acción; proviene del riego. Se requiere un trabajo, un esfuerzo. La cosa no es tan mágica como pretenden enseñar algunos. Hay un viejo adagio que es un principio de vida: “El trabajo nos enseña a crecer” porque cuando plantamos, le hacemos seguimiento a algo. El Principio actúa en nosotros y nosotros interactuamos con el principio. Dar y alejarnos no permite que la buena acción florezca.
Otro aspecto importante a tener en cuenta es que no debemos preocuparnos tanto por reclamar los derechos por haber sembrado. Muchas veces oímos decir: “Tengo derecho a esto”. Esta actitud es contraria a la de sembrar. Es obvio, lógico que si sembramos tenemos el derecho a creer que cosecharemos, ya que el principio lo enseña así; y no tenemos que andar reclamando derechos. Cuando conocemos como funciona el principio (Fe) sabremos que cualquier cosa (semilla) que sembremos, dinero, tiempo, consejos, valores, ideas, etc.; volverá. Cuando caminamos por las calles y sonreímos, el noventa por ciento del tiempo recibimos una sonrisa como respuesta.
Pasos a seguir
1. Siembre, siembre. Si no siembra no podrá cosechar. No podrá ser receptor de bienes sin antes constituirse en benefactor para otros. El principio de la siembra constituye la diferencia entre ganar y perder. Los principios universales son efectivos. No siempre producirán recompensa inmediata, pero con seguridad, la traerán.
2. Gánese el pan. El propósito de no alimentar a quien no trabaja es que el hambre lleva a aprender la lección, de que hay que ganarse el pan. La vida es un regalo, pero lo que le pase en el transcurso de esta; es el resultado de lo ganado. Usted gana lo que llega a dar.
3. Siembre abundantemente. El principio de la siembra hace parte de los principios absolutos y no puede ser quebrantado sin sufrir las consecuencias. Si sembramos poco, cosecharemos poco.
4. No dé lugar a la pereza. Esta impide plantar, sembrar y regar.
5. No permita la mezquindad. La mezquindad hace que usted se aferre al dinero, a las ideas, a los talentos que Dios le ha dado. Atesorar para sí mismos es una clase de temor a la competencia. El hombre generoso se volverá rico porque es generoso con respecto a sí mismo, su tiempo y su talento. Lo que entregamos es lo que construye. Por ello, el proverbio establece que dando nos volveremos más ricos.
Pensamiento para reflexionar
“Si no le gusta lo que está recogiendo, es bueno que empiece a sembrar algo diferente”




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