EL LLAMADO




Este término es utilizado muy fútilmente, en la iglesia de hoy. Si reflexionamos un poco entenderíamos la importancia de lo que realmente significa ser llamado, convocado; como también, ¿por quién y para qué somos llamados?

En primer lugar somos llamados por Jesús, el Salvador, por eso está asociado con lo espiritual (todo lo referente al Altísimo y aceptable al Padre por medio de Jesús). El mismo aclaro que “muchos son llamados, más pocos escogidos” (Mateo 20 y 22). Pablo nos lo explica en su carta a los romanos: “Además, sabemos que si amamos a Dios y nos adaptamos a sus planes, todo cuanto nos sucede  ha de ser para el bien nuestro, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”

Ese “llamado” en particular debe estar estrechamente ligado a los propósitos que tiene Jesús, por eso Él es quien ha de constituir misioneros (apóstoles), profetas(los que advierten), publicadores o pregoneros (evangelistas), maestros y pastores; otros han de recibir dones asociados con lo espiritual. Teniendo en cuenta que Dios da dones solamente a los que Jesús llama para usarlos. Dios no llama a una persona para que haga algo para lo cual no está equipada. Es preciso entonces, saber cuáles dones o herramientas de trabajo existen.



Los discípulos son llamados a ser de Jesucristo y no de propiedad de los líderes.

Son llamados para ser santos y no marionetas  que aparentan  santidad (Rom.1: 6-7; 1Co.1:2).

Los discípulos han de ejercer la vocación que Jesús les delegue y no por inspiración o por profecía particular (Efesios 4:1)

Los discípulos son llamados para formar parte del “Cuerpo de Cristo” y no para ser siervos útiles a los intereses de las “Iglesias”

Son llamados para hacer lo bueno y por ello padecer y saber soportarlo, “esto ciertamente es aprobado delante de Dios pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (1 Pedro 2: 20-22; 2 Tes. 1:5).

Son llamados para heredar bendición y no reconocimientos humanos  (1 Pedro 3: 8-9)

Son llamados para ser hechos hijos de Dios y no creyentes del montón (1 Juan 3:1) 

Son llamados para asistir a la cena de las bodas del Cordero (mensaje directo de Dios) y no para figurar en una Iglesia (Apocalipsis 19:9)

Son llamados para recibir la promesa de la herencia eterna participando en la creación y no para heredar posiciones importantes en la congregación (Hebreos 9:15)

Estas personas que Jesús llama, empiezan su transformación y renovación interior en  una primera congregación que el Padre delegó a su hijo Jesús, es decir el “Redil” (lo que conocemos como  Iglesia), de ahí se convierten en discípulos una vez concientizados de su  necesaria capacitación para su salvación y ayudar a la salvación del mayor número de personas. Una vez listos, son llamados por Jesús a pertenecer a su organización,  el Cuerpo de Cristo, siendo dotados con los dones (herramientas) por parte del Espirítu el “ Cuerpo de Cristo”,  siendo dotados con los dones (herramientas) para servir a la causa de Jesús. De ese cuerpo El mismo Jesús escoge a quienes  van  a conformar otro colectivo o equipo llamado  “Tzion”, o “Esposa de Cristo”, que será visible después del arrebatamiento (1 Tesalonicenses 4:16-18)  y por último la  congregación del Cuerpo de Sacerdotes, unos para Dios y otros para Jesús, la cual se constituirá cuando venga el Rey de reyes y Señor de señores a instaurar el reinado milenial, en esta tierra. (Apocalipsis 1:6; 20:6)


¿Podemos entender ahora la trascendencia de ese LLAMADO?

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